miércoles, 23 de noviembre de 2011

Aguas revueltas


Tras salir de aquellos desesperantes mares, nos dirigimos a Tortuga, repusimos fuerzas y medio mes después, nos disponemos a cruzar el cabo de Hornos, lugar donde la escarcha nos hiela las velas y los temporales nos lanzan contra las rocas del litoral...con qué maestría manejamos, nosotros los piratas, las drizas para navegar con vientos cambiantes...¡Nunca el hombre fue más hombre que en estos tiempos de navegación a vela! 

Ya adentrados en la tormenta, amenazados por vientos cada vez más fuertes, consiguió gritar el serviola, al que ya dábamos por muerto: ¡Velas a la vista! Y por si no teníamos ya bastante con el temporal, un pequeña flota de dos barcos navegaban en nuestra dirección, y que según decía el catalejo, a pesar de las condiciones, no tenían cara de sólo venir a saludar...eran piratas chinos, que al parecer iban de regreso hacia la costa de Cantón, en China.

Los piratas de allí son muy distintos de los del Caribe. Muchos entran en el negocio por tradición familiar. Se agrupan en grandes flotas, a veces formadas por cientos de barcos, de modo que sería una insensatez intentar luchar contra ellos, sobre todo teniendo en cuenta que muchos de sus juncos, nombre que reciben sus embarcaciones, también sirven de vivienda a las familias de los capitanes. El hecho de tener a sus mujeres e hijos a bordo hace que los ataques de estos piratas sean mucho más enérgicos y desesperados.
Muchos piratas chinos son unos espadachines extraordinariamente habilidosos, aunque a sus barcos no les faltan cañones ni otras armas de artillería.

Por suerte, solo nos hemos topado con dos barcos y de menor tamaño que el nuestro, y además no se encuentran en buenas condiciones de salud así que nos será fácil salir de este trance; lo que más me preocupa es si amainará la tormenta, porque de lo contrario...

¡Todo a estribor!

domingo, 20 de noviembre de 2011

Días de sol


Llevamos unos días un tanto abrumadores, el viento parece haberse esfumado, parece haberse separado del mar y sin él, el mar no es mar y nosotros no somos piratas.

Se nos acaban las provisiones y el agua potable, apenas queda ron y los hombres ya no se soportan entre sí.

Llevamos unos días sin ver tierra en varias millas a la redonda, tan solo agua, tranquila y apacible, y nuestro propio rastro de cadáveres flotantes que no resistieron el calor del sol y el peso de la atmósfera...Esto es un infierno. Durante las largas horas del día, las ganas y el empeño en encontrar el tesoro desaparecen y se convierten en meras fantasías desesperadas e impacientes de una buena dosis de motivación y que sólo durante la noche vuelven a ser reales, cuando la pequeña brisa marina, aún inservible para mover las velas, se puede sentir sobre la tez curtida de mi rostro.

Ya es el tercer barco fantasma, entre bergantines y pequeños bajeles, que encontramos vagando por estas desoladas aguas y que cuando abordamos sin resistencia, no encontramos en ellos ni una vida y ni una gota de agua; incluso los peces parecen haber desaparecido.

Muchos viajeros y viejos piratas, hablan de estos días, que según dicen se viven en muchos viajes, no sé si saldremos de esta...Pero incluso en estas circunstancias, nunca hay que perder la esperanza, así que esperaré impaciente el día en que los vientos vuelvan a resurgir de la nada y podamos huir de estos mares alejados de la mano de Dios rumbo a Tortuga...y espero que llegue pronto.

¡Todo a estribor!

viernes, 4 de noviembre de 2011

Carenar un barco pirata


Sigo una pista muy importante, el mapa que tengo en mi poder va revelándome poco a poco todos sus secretos y aunque mi deseo es seguir navegando tras la pista del tesoro, debemos sacar el "Southern Wind" del agua para carenarlo, operación que hay que llevar a cabo cada tres meses. Se coloca el barco de costado y se limpia y se raspa el casco de percebes y todo tipo de algas y moluscos adheridos al casco. Esto permitirá que  nuestro barco vaya más rápido y evitará que se pudra a causa del teredo.

Espero no nos lleve demasiado tiempo, no quiero que la tripulación se me impaciente.

¡Todo a estribor!