Ha pasado más de un año desde la última vez que escribí en este diario.
En el último combate, el Southern Wind sufrió numerosos daños y mi tripulación estaba cansada. En vista de la situación consideré oportuno retirarnos a tierra firme. Era necesario sacar el barco al dique seco, para llevar a cabo las reparaciones; y entre el movimiento y el trajín de la mudanza de los cañones, la arboladura, los botines y demás enseres necesarios para la navegación perdí de vista éste mi diario. Pasé algún tiempo buscando, y hace unos días lo encontré en el tambucho de uno de mis botes, lo que hizo que me surgiera alguna duda, pero no le dí importancia, pues el propio hallazgo desvió mi atención. Curiosa la casualidad la de aquel día, cuya mañana llegaron a mí ciertos rumores provenientes de Tortuga de cierto tesoro que hace un cierto tiempo estuve buscando. Al retomar las líneas escritas en alta mar, sentí cómo el vacío que me atormentaba durante mi larga estancia en puerto, se llenaba de unas tremendas ganas de continuar con la búsqueda!
Debido al cansancio y los costes de la reparación del barco, ésta se detuvo. Pero con estas nuevas fuerzas, y las pistas de los rumores acerca del tesoro, ya he reunido a la tripulación y el barco está listo y ansioso de humedecerse de nuevo entre olas y mareas.
Hoy, día dieciocho del año en que vivimos, retomo mi travesía! De vuelta a las andadas, con la típica y añorada incertidumbre hacia lo desconocido, y con la alegría de saber, que: Marineros, al fin tenemos rumbo... ¡Todo a estribor!